martes, 26 de junio de 2007

Nazareth

Nazareth, Israel. 12 de mayo de 2007.
Nazareth en sábado presentaba gran animación. Llegado en autobús desde Haifa hasta las afueras, caminé desde temprano hasta llegar al centro. Se aprecia un ambiente populoso y comercial. La ciudad se estaba despertando. La llamada Basílica de la Anunciación me dejó perplejo. Un edificio característico de los años cincuenta cubre con moderna grandilocuencia las ruinas de lo que se dice es el lugar donde a María se le anunció su embarazo. El gran templo cuenta con dos niveles. Uno el de la ruina y otro con un gran vacío en forma circular que mira hacia dicha ruina. Corona dicho espacio una techumbre octagonal. Las decoraciones han sido el fruto de colaboraciones de muchas comunidades cristianas, católicas para ser preciso.
En la ciudad los turistas y peregrinos pululan por doquier. Misas en japonés, español, francés, alemán y otros idiomas menos inteligibles para mí, se siguen en todos los templos donde hay una reliquia, un resto, una leyenda que ir a contemplar. El bazar de Nazareth fue el primero con el que tuve contacto. Me perdí entre sus callejones de vendedores de fruta, chanclas, especias, telas, herramientas, dulces, artesanías, unas de apariencia más auténtica y otras definitivamente para turistas. La ciudad muestra su existencia milenaria y las mil y un sedimentaciones que va teniendo.

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